¡Enseñemos a orar!
Pasos para experimentar momentos vitales y vivificantes en un grupo de oración.
El pastor que fue mi predecesor en la iglesia donde sirvo estuvo durante cuarenta años. Por eso, traer cambios a esta congregación sería una obra sobrenatural de Dios o un suicidio profesional.
Mi primera predicación resaltaba la importancia de aprender a orar en comunidad. Nuestra prioridad, dije, era convertirnos en una casa de oración. La mayoría de las personas tienden a buscar satisfacerse ellas mismas, así que promover el deseo de buscar a Dios era esencial para revitalizar esta iglesia y así disfrutar de un nuevo nivel de impacto. Y ese deseo tenía que surgir en la vida de estas personas para que la iglesia, como un todo, se transformara.
Reúna a los líderes de oración
Un día, anuncié que buscábamos personas que quisieran seriamente orar por la iglesia. No los conocía lo suficiente como para elegir líderes para un ministerio, así que busqué personas que ya sintieran pasión por la oración. Un puñado de voluntarios. Junto a los líderes de oración, estas personas integraban el centro que dirigiría una renovación en la oración.
Capacité a estos líderes en cuatro áreas.
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Los atributos personales de un líder de oración. Edificar los corazones de los líderes de oración es el paso más importante. Les recordé: «El ministerio de oración nunca llegará más allá de la pasión personal de aquellos que lo dirigen.»
El primer atributo que buscamos es motivación. Los líderes deben tener en claro en su mente y corazón la razón por la cual oramos. No es una estrategia para hacer crecer la iglesia; no es torcer el brazo de Dios para alcanzar una renovación. La oración no se trata de la iglesia. El enfoque debe ser buscar a Dios y conocerlo, no buscar lo que puede hacer por nosotros.
El segundo atributo es convicción. Llevamos a cabo 130 programas en nuestra iglesia. Algunas personas piensan que la oración es el programa #131. Nuestros líderes no deben pensar eso. La oración no es otro programa en la iglesia, la oración es lo que mueve todo lo que hacemos.
El tercer atributo es longevidad. Inspirar a otros a orar es un llamado permanente.
Una mañana muy temprano tuve que dejar mis cómodos cobertores y mi cama para asistir a una reunión de oración. Después de dirigir muchas reuniones de oración todas las semanas durante años, le imploré a Dios: «Estoy cansado, Señor. ¿Cuánto tiempo más debo hacer esto?»
«¿Cuánto tiempo más te vestirás, te afeitarás, y te cepillarás los dientes?» —sentí que me dijo— «Hasta que mueras, de igual forma orarás». Los líderes de oración deben siempre orar hasta el fin.
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La visión para la oración colectiva. Nuestra cultura individual nos roba la visión para la oración colectiva. Se cree que la devoción privada es lo ideal. Pero las Escrituras nos enseñan que la iglesia oraba: todos juntos. Y Jesús nos enseñó a orar en un sentido colectivo. El lenguaje de Mateo 6 es esencialmente: «Vosotros, pues, orad de esta manera: “Padre nuestro” y “danos hoy el pan nuestro de cada día”». Su ideal era que oráramos en comunidad. Las personas que han reflexionado sobre esta enseñanza me han preguntado: «¿Qué es más importante, la oración privada o la colectiva?»
Respondo: «¿Cuál pierna utilizas más para caminar, tu derecha o tu izquierda?»
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Las prácticas dinámicas de las verdaderas reuniones de oración. Me crié en una iglesia donde las reuniones de oración eran, bueno, aburridas. Un triste himno, un estudio bíblico que no tenía ninguna relación, y treinta minutos escuchando las aflicciones y necesidades de la comunidad me hacían creer que todo el mundo sufría de dolores físicos y problemas financieros. Las verdaderas reuniones de oración van más allá de oraciones que dicen: «Bendícelo, acompáñala». Recuerde que la oración nos puede elevar hasta la presencia de Dios.
Jesús le enseñó a los discípulos a empezar con adoración —«Santificado sea tu nombre». Desarrollamos reuniones que inician con adoración y que en vez de enfocarse en informarle a Dios todos los problemas que él ya conoce, dirigimos a las personas a que estrechen su comunión con Dios. Le enseño a los líderes que «si oran para buscar el rostro de Dios, conocerán su mano. Pero si buscan su mano, perderán de vista su rostro.»
Nuestras reuniones de oración empiezan con pasajes bíblicos, declaraciones del carácter de Dios, y cantos espontáneos de alabanza. Todas las peticiones quedan en espera hasta que hayamos adorado y nos hayamos conectado con el corazón, la mente de Dios y los propósitos de su reino.
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Principios para manejar las reuniones de oración. Queremos que los líderes de oración faciliten las reuniones de oración. Parte de su capacitación involucra el manejo de distracciones comunes; como por ejemplo, la falta de concentración y miembros quienes hablan lentamente y por horas, discursos que no tienen ninguna relación. Le enseñamos a los líderes a implementar temas claramente definidos para fomentar la concentración, a usar un canto y una instrucción cortés para centrar a un grupo que se ha desconcentrado.
Algunos de nuestros líderes se preocupan por saber si Dios aprueba la dirección que ellos le dan a las reuniones. Les digo: «Dios no está pensando si ustedes oran por la India y después por Sudamérica. Él simplemente se deleita de que estén dirigiendo a su pueblo hasta su presencia.»
Esa primer clase de capacitación se convirtió en un programa de seis semanas que hemos repetido muchas veces. Durante el programa, cada líder tiene la oportunidad de dirigir el grupo en oración, después discutimos y afirmamos su liderazgo. También los exponemos a extraordinarias formas de expresión —caminatas de oración, compañeros de oración, incluso un «chat» en Internet para orar. La meta es ayudarlos a tener iniciativas de oración en las formas en que Dios los está guiando.
Poco tiempo después de haber empezado nuestra primer clase de capacitación, anuncié una reunión de oración que duraría tres días y que la llevaríamos a cabo a las afueras de la ciudad. Pensé que unas veinte personas aceptarían la invitación. Más de cien participaron de ese retiro de oración. El entusiasmo de nuestros líderes de oración capacitados ya había empezado a movilizar a la iglesia. En los últimos ocho años, hemos tenido 22 retiros, cada uno dirigido por un líder de oración laico y han asistido entre 80 a 250 personas.
Nuestra reunión de oración de los jueves por la noche, la cual atrae a cientos de personas, se ha convertido en el contexto de la iglesia para alcanzar una visión y para iniciar un ministerio. Nuestros líderes capacitados han creado docenas de oportunidades para expresiones de oración, entre ellas reuniones de oración, compañeros de oración para pastores, y nuestro Centro de Oración Mundial, un ministerio de intercesión por la iglesia mundial.
Alguien dijo por ahí que cuando trabajamos, trabajamos; pero cuando oramos, Dios trabaja. Me he dado cuenta de que el mejor trabajo que puedo hacer es orar y capacitar a otros para que dirijan las oraciones con pasión para ver a Dios trabajar. Es una inversión que trae cambio en la vida y una renovación permanente a medida que edificamos una casa de oración —juntos.