La humillación consiste en vernos, así como nuestros logros y fracasos desde la perspectiva de Dios. Y este cambio de perspectiva no siempre es placentero. Ya hemos visto que la humildad es necesaria para recibir la gracia de Dios, pero también nos permite desfrutar de relaciones saludables con otros.
¿Qué es exactamente la humildad y como podemos desarrollarla?
A continuación veremos 4 Características de la humildad:
La humildad esta dispuesta a conceder crédito a otros por nuestros triunfos.
La persona que es verdaderamente humilde esta tan inmersa en su trabajo de servir que no le preocupa quien obtiene el crédito por lo que hace.
La humildad produce un interés sincero en los demás
Una persona humilde busca servir a otros antes que usarlos, porque ha adoptado el dicho de Jesús… (Mateo 20:28). Pero esto no es popular en nuestra cultura que exalta todo lo contrario. No obstante, el Señor dijo… (Mateo 20:26).
Una persona realmente humilde otorgara el éxito a la Gracia y Misericordia de Dios, lo ven como una forma de servir a Dios y a otros! ¡Esa es una señal de humildad!
La humildad se resiste a creer que siempre tiene la razón
El conocido conferencista y escritor Charles Swindoll narra la historia de una pareja que se llamaban Sven y Holda. Ambos eran cristianos, ellos tenían su altar familiar y oraban con regularidad. Asistan a la iglesia dos veces por domingo, ella estaba en el coro y el era un servidor, asistían a los servicios entre semana, pero no se llevaban bien. Peleaban todo el tiempo. Se sentían culpables de su tormentosa relación y oraban acerca de ello con frecuencia. Una mañana, después de su meditación con Dios y todavía sintiendo que no se habían arreglado, Holda dijo: Creo que tengo la solución a nuestro problema. Dime Holda ¿cual es? Creo que debemos pedirle a Dios que se lleva a uno de los dos a estar con El. De esa manera, yo puedo irme a vivir con mi hermana.
¡Eso es orgullo! Mientras que la soberbia culpa a los demás por errores, la humildad reconoce que el problema podemos ser nosotros. Una persona humilde se da cuenta que no tiene el monopolio de la verdad y esta dispuesta a admitir que la otra persona puede estar correcta, cuando menos en algunos puntos.
Cuando difieres de otra persona, sea tu cónyuge, hijo, amigo, compañero, miembro de la iglesia, etc… ¿Estas dispuesto a aceptar que tal vez no tenga la razón? En verdad escuchas a esa persona o estas tan ocupado pensando tu siguiente intervención de tal manera que no escuchas lo que esa persona esta tratando de comunicarte. Una persona humilde esta dispuesta a admitir que esta equivocada.
Un viejo predicador dijo a un grupo de jóvenes ministros: Jóvenes, he tenido que tragarme el orgullo en todas las formas imaginables: asado, frito, horneado y rostizado. Y no importa la forma en que se prepare, nunca me sabe bien”. El humilde come orgullo con regularidad.
Con frecuencia los cristianos tenemos problemas para vernos a nosotros mismos de una manera equilibrada. Tendemos a gravitar hacia uno de los siguientes extremos: “ Soy tan maravilloso que no se que haría Dios sin mi”, o: “ Soy un gusano indigno bueno para nada”. Por fortuna la Biblia no apoya ninguna de estas dos perspectivas.
Para quien se cree mucho por lo que ha logrado, la palabra de Dios nos recuerda (Romanos 12:3). En seguida pablo discute la verdad acerca de los dones espirituales: Dios a dotado a cada uno de nosotros de manera diferente para que le sirvamos. Así como un cuerpo tiene muchas partes necesarias para funcionar correctamente, también el cuerpo de Cristo esta formado por muchos miembros. Ningún cristiano fue diseñado para funcionar aislado, nos necesitamos mutuamente. Para la persona que siempre se esta menospreciando porque se considera indigna, la palabra de Dios dice (2 Corintios 5: 17). Por otro lado Jesús afirmo (Gálatas 2:20)
La humildad nos proporciona la perspectiva divina acerca de nosotros mismos: Fuera de Cristo no merecemos nada más que castigo eterno. Pero en Cristo somos capaces de cualquier cosa. Podemos decir como el apóstol Pablo (Filipenses 4:13).
Se cuenta que en una ocasión, el gran director de orquesta, Toscanini, dirigió la Orquesta de Nueva York en su interpretación de Novena Sinfonía de Beethoven. El lugar estaba lleno de gente que quería escuchar al famoso conductor por última vez. La orquesta toco como nunca. Al final, los músicos se pusieron de pie y le dieron una ovación cerrada a Toscanini, mientras que el continuaba golpeando la batuta contra el atril para llamarles la atención sin resultado. Por fin después de 10 minutos logró que lo atendieran y les dijo: Señores no es a mi a quien deben aplaudir sino a Beethoven.
La actitud del Cristiano cuando considera sus logros debe ser así “No soy yo mas Cristo vive en mi”