Cartas
Cartas al Joven Tentado
En Cartas al Joven Tentado el autor hace un llamado a la juventud a tener una actitud radical. Les exhorta a «tomar la sartén por el mango». Insta a los jóvenes a saber manejar las pasiones que producen excitaciones. El joven con una fe radical aprende a no jugar al «amor» con el afán de conseguir sexo. A las señoritas les aconseja que no propicien el ambiente ni tengan acciones que provoquen tentaciones.
Por David Hormachea
UN DISEÑO DIVINO QUE NO ADMITE IMITACIONES
"DIOS CREÓ EL SEXO. ES BUENO Y SALUDABLE SÓLO CUANDO SEGUIMOS LOS VALORES DIVINOS Y NO CUANDO SOMOS VÍCTIMAS DE LAS PASIONES HUMANAS"
Si Dios creó al hombre y la relación matrimonial, su diseño es el apropiado para las relaciones sexuales saludables. Todo intento de hacer las cosas a nuestra manera es perjudicial porque el modelo perfecto de Dios no admite imitaciones. Para entender cuál fue el plan de Dios para esta relación íntima, hagamos un análisis del tema, examinando algunas verdades que se desprenden de las páginas de la Biblia.
EL SEXO LO CREÓ DIOS Y ES BUENO
El sexo no es una tarea incidental en la relación conyugal. Tampoco podemos decir que Dios creo el sexo para que fuera lo más importante o el corazón de la intimidad, lo que sí podemos afirmar es que el sexo y la intimidad están unidos. El sexo no es un tema tabú en la Biblia y de ninguna manera se presenta como algo vergonzoso. Tampoco se muestra como algo que Dios sólo tolera. La Biblia enseña que el sexo lo creó Dios y todo lo que Él creó es bueno. Dios lo concibió para que lo practiquemos, y es una buena práctica que beneficia a los seres humanos cuando se siguen las reglas divinas.
En mis conferencias comúnmente me preguntan si el sexo es pecado. Esa pregunta no debe contestarse con un simple "sí" o un "no" pues requiere de un análisis serio, profundo y responsable. El solo hecho de que a la mente de un joven llegue un pensamiento sobre el sexo no puede considerarse pecado. Los primeros pensamientos que llegan a la mente de una persona que se relaciona con una persona atractiva no pueden evitarse. No existe pecado en sentirse atraído. No podemos evitar los deseos físicos, así como no podemos evitar que los pájaros vuelen alrededor de nuestra cabeza; pero sí podemos prevenir que hagan nido en nuestro cabello.
Los pensamientos primarios que tenemos cuando vemos a una mujer hermosa de ninguna manera deben considerarse pecaminosos, pero nos metemos en el mundo del pecado cuando empezamos a entretenernos con pensamientos que nos inducen a fantasías y a imaginarnos cosas erróneas. El solo hecho de ver a una persona y admirarla por su belleza no es pecado. Cuando una persona busca una pareja para casarse y se siente atraído no está pecando. No podemos evitar aquellas sensaciones naturales; pero podemos evitar que comiencen a maniobrar nuestra mente, instigándonos hacia el pecado sexual.
LA EXISTENCIA DEL DESEO Y LA PASIÓN QUE DIOS DISEÑO NO JUSTIFICA LA SATISFACCIÓN DE LA FORMA QUE LA SOCIEDAD DELINEO
Mientras más liberal es el sistema de pensamiento de una sociedad más alejada está de los valores morales cristianos que se fundamentan en los valores absolutos que Dios estableció. Es por eso que existen países en los que se preocupan más en orientar a los jóvenes a evitar las consecuencias de los escapes sexuales o de las aventuras sin un compromiso matrimonial, en vez de motivarlos a vivir dentro de una relación conyugal responsable en donde puedan disfrutar a plenitud de la vida sexual con la persona que ama y con la que debe tener un compromiso para toda la vida.
Debido a su falta de valores morales basados en la Palabra de Dios prefieren entregarles condones para que eviten el embarazo y las enfermedades venéreas porque consideran que deben tener relaciones sexuales. No les hablan de abstinencia, ni de compromiso matrimonial, y mucho menos que deben evitar jugar con sus sentimientos y los de otras personas. Por eso en la mente de muchos jóvenes existe esta seria confusión. Creen que debido a que sienten fuertes pasiones sexuales que son normales, tienen justificación para involucrase en las relaciones sexuales que les permitan satisfacer su necesidad. Pensemos por un momento en esto. Es cierto que los deseos sexuales fueron creados por Dios. Aun más, estoy convencido que son uno de los más preciosos regalos que el ser humano ha podido recibir. Sin embargo, la presencia de ese deseo genuino y natural, de ninguna manera justifica su satisfacción en cualquier circunstancia y con cualquier persona.
En su carta, Mauricio me confirma que estaba confundido y que no había entendido esta verdad. Creció en un hogar que no funcionó de la mejor manera. Su madre se divorció en dos oportunidades y tenía hermanos de dos padres distintos. Ella no tenía altas reglas de moralidad que se basaran en principios bíblicos. Fue una mujer promiscua y sembró semillas terribles en la mente de sus hijos. Desde los 14 años Mauricio comenzó su práctica sexual. Su mundo de desviaciones comenzó cuando dormía en la misma cama con su hermanito menor. Su mente estaba llena de imágenes que veía en las revistas pornográficas de su padrastro. Mauricio tiene 35 años, ha pasado por dos relaciones matrimoniales, su mente está inundada de pornografía, su esposa no le satisface y lleva un inmenso sentido de culpabilidad y amargura por contribuir a la homosexualidad de su hermano. Después de un intercambio de correspondencia, me buscó desesperadamente. Finalmente llegó a mi oficina pues intentaba con desesperación salir de ese terrible mundo.
Un año de asistir a la iglesia y recibir orientación produjeron pequeños cambios pero no los suficiente para que Mauricio cambiara su terrible estilo de vida. Su mente estaba tan llena de basura que tenía terribles murallas en ella. Como dice el apóstol Pablo esas fortalezas mentales se hacen tan impenetrables que impiden el conocimiento de Dios. Esa gran cantidad de pensamientos erróneos no le permitían tener estabilidad espiritual ni abandonar los pensamientos y comportamientos desviados. Lamento decir que pese a mis mejores esfuerzos Mauricio siguió viviendo en su mundo de corrupción.
Las cartas de Ricardo eran cortas pero precisas. Aunque cada una de ellas mostraba su seria confusión. Creció en un hogar cristiano con una buena estructura familiar. Por muchos años fue parte de una congregación. Su condición de líder de los jóvenes le presentaba como un buen candidato para ser buscado por las señoritas que tenía la responsabilidad de dirigir. Se relacionó con una de ellas. Rebeca era una muchacha tranquila y se caracterizaba en el grupo de jóvenes por su carácter y su dulzura.
Después de unos seis meses de relación, Ricardo comenzó a presionarle para tener más salidas solos. Hasta allí acostumbraban a salir con el grupo o pasar más tiempo en casa, cuando los padres de Rebeca estaban presente, pero paulatinamente el comportamiento de su novio iba cambiando. Ella comenzó a ceder y pasaron mucho más tiempo solos. Aunque al inicio le molestaba, permitió cada vez más caricias y poco a poco fueron aumentando sus salidas a lugares solitarios y oscuros.
En una ocasión Rebeca me dijo que después de algunos meses ya era una rutina tener una cita, buscar lugares solitarios y besarse hasta que era difícil separarse. Ella admitió: "Después, en vez de salir a pasear, lo único que quería era que estuviéramos solos donde pudiéramos abrazarnos y besarnos cada vez más apasionadamente. Muchos de estos encuentros eran demasiado apasionados. Terminábamos sudando y desesperados por tener relaciones sexuales, pero no lo hacíamos. Poco a poco me fui sintiendo mal y traté de evitarlo, pero fue cuando Ricardo insistió más, tal vez creyendo que me perdería. Yo comencé a ceder al pensar también que si no lo hacía lo perdería, hasta que finalmente tuvimos relaciones sexuales. Yo no quería, pero él fue más fuerte y logró convencerme".
La razón de la consulta de Rebeca era la realidad que enfrentan muchas señoritas que pasan por la misma experiencia. Así como Ricardo al principio poco a poco se apasionó y excitó, después de tener relaciones sexuales, con mucha más rapidez se fue enfriando y separando. Mientras me daba un poco de detalles para realizar su consulta, Rebeca relató lo siguiente: "Luego nos separamos. Sufrí inmensamente y no quise ver a ningún muchacho por mucho tiempo, pero ahora estoy a punto de casarme con otra persona". Sus preguntas eran las que he escuchado en muchas oportunidades. Tal vez son las mismas que al leer este libro están invadiendo sus pensamientos: ¿Por qué no puedo sacar esa culpa de mi mente? ¿Podré tener paz en mi matrimonio? ¿Debo confesarle a mi novio que tuve relaciones sexuales? Estas y muchas otras preguntas son parte de la intriga que sigue por años a esas experiencias. Quienes quedan confundidos después que el pecado se ha cometido pueden experimentar esa confusión, ese sentimiento de culpa y muchas preguntas más. No tendrán consecuencias hermosas quienes hacen lo que no deben basados en sus ideas y pasiones humanas en vez de hacer lo que deben porque es el anhelo y un mandamiento divino.
Rebeca y Ricardo crearon una pasión desbordante. En sus últimas experiencias apasionantes ella aún podía contenerse, pero ya era demasiado tarde para Ricardo. No importaron sus valores ni su posición de liderazgo. Estaba ciego por la pasión que originaron. La pasión era más que la razón y que toda buena convicción. Ricardo entró a hurtadillas e invadió la propiedad privada de su novia y se llevó la comida a la fuerza. Satisfizo su pasión con la persona que aún no debía, en un estado civil que no lo permitía y en un momento que Dios no aprobaba.
Escribo este libro para jóvenes y señoritas confundidos por los mensajes antagónicos que reciben. Es una advertencia para quienes creen que sólo porque Dios creó el sexo como una necesidad que debe ser satisfecha, ellos tienen la libertad de hacerlo cuando quieran. El mensaje claro que encontramos en los consejos divinos es que la existencia del poder no justifica su satisfacción. Los valores divinos enseñan que no porque exista el poder de realizar algo, es apropiado hacerlo sin reglas o límites.
Permítame ilustrar esta verdad con en el siguiente ejemplo: Imagínese que usted y su familia disfrutan de un asado en el patio de su casa. Al pasar por allí, el aroma tienta a un hombre hambriento y decide entrar a su propiedad. Este personaje tiene mucha hambre pues no ha comido por muchos días. Se pone en una situación muy incómoda cuando observa a algunas personas comiendo apetitosos platos. Piensa pasar sin mirar, e incluso se pone un pañuelo en la nariz para que ese tentador aroma no produzca una mayor necesidad de satisfacer su apetito. Sin embargo, mientras más se aproxima, más nota lo difícil que es evitar ese delicioso aroma. En vez de cambiar de camino, persiste en pasar por allí; y mientras más se acerca, más grande es su tentación.
Poco a poco comienzan a pasar extraños pensamientos por su mente. Es una persona de bien, pero está hambriento. No quiere hacer daño a nadie y mucho menos romper su integridad, pero siente una gran urgencia de satisfacer su profunda necesidad. En su mente existen ahora extraños pensamientos. Acercarse, pedir algo de comida, o manipular un acercamiento y aprovechar de un descuido para robar algo de comer. Mientras se acerca piensa que será difícil hacerlo por lo que tendrá que determinar un buen plan para lograr su objetivo. Sabe que con astucia y fuerza puede lograr conseguir lo que desea y necesita. Su pasión por comer y su deseo genuino de sentir satisfacción le mueven a actuar con desesperación. No puede contenerse y entra con violencia. Por su profunda necesidad y movido por su pasión ignora las advertencias de no traspasar los límites de esa propiedad privada y golpea a quien se atraviesa, toma por la fuerza los alimentos y cumple su propósito de llevarse la comida.
Obtuvo lo que deseó, satisfizo su necesidad cuando quiso y como quiso. Estoy convencido de que si yo pidiera que emitiera un juicio justo, su veredicto sería que ese hombre hambriento quebrantó la ley pues la existencia de este gran deseo que demandaba satisfacción inmediata no le autorizaba a violar las leyes y buscar su satisfacción. No tenía ningún derecho de satisfacer su deseo en un lugar al que no pertenecía y de una forma no legal. De la misma manera, la existencia del deseo sexual no justifica acciones que quebranten las leyes divinas. No es saludable, es perjudicial. Quien debido a la sola existencia de un deseo humano determina satisfacerlo rompiendo las leyes divinas sufrirá las consecuencias.
Debido a la formación liberal que ha tenido, o debido a la falta de valores morales, una persona puede decidir tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Si piensa que tiene el poder para hacerlo, pues cada uno debe vivir conforme a lo que cree, indudablemente podrá disfrutar de la satisfacción de su necesidad, pero por hacerlo de una forma no permitida por Dios tendrá que sufrir las consecuencias. Rebeca las vivió, estoy convencido de que usted también las experimentará si actúa en desobediencia y no espera con integridad y paciencia.
LA EXISTENCIA DEL PODER PARA BUSCAR SATISFACCIÓN A UNA NECESIDAD NO JUSTIFICA APARTARSE DE LA VERDAD
Me gusta participar en conferencias destinadas a orientar a los jóvenes pues ellos siempre tienen preguntas cuestionables. Felipe, ante una audiencia de cinco mil jóvenes, no tuvo problemas para lanzar una afirmación verdadera y una pregunta directa: "Señor Hormachea, usted afirmó durante su conferencia que Dios fue el que nos dio la capacidad de tener sexo. Si Dios me dio la capacidad de aprender, reírme, comer, eso tengo que hacer. ¿Por qué esta área tiene que ser la excepción? ¿Por qué no puedo utilizar mi capacidad para tener relaciones sexuales si Dios mismo me dio el poder para tenerlas?" Me alegró la pregunta honesta y directa pues sabía que interpretaba el sentir de muchos jóvenes, principalmente de aquellos no cristianos. Era una pregunta lógica, tenía mucho sentido. En mi respuesta, Felipe y miles de jóvenes aprendieron que Dios estableció determinado orden para todas las cosas.
No debemos comer cuando queramos, como queramos y lo que queramos y creer que viviremos saludablemente. Podemos hacerlo, muchos lo hacen, pero no es apropiado. Muchos sufren las consecuencias de comer por comer sin evitar lo dañino y buscar lo nutritivo. Podemos comerla afuera de las horas, pero provocaremos enfermedades. No existen dudas de que todos tenemos el derecho y la capacidad de dormir, pero para vivir saludablemente debemos tener horarios ordenados y descansar lo aconsejable y de la forma apropiada. Muchos no lo hacen así, ellos siguen sus propias reglas y por ello sufren las consecuencias.
El dormir menos de lo requerido o más de lo debido afecta la vida normal de una persona. No es sabio hacerlo. Es verdad que Dios nos dio la capacidad sexual para usarla, pero no cuando se nos ocurra a nosotros. Podemos hacerlo, pero cuando utilizamos ese poder inapropiadamente, sin seguir las leyes del Creador de las relaciones sexuales, no podemos vivir vidas emocionales saludables. Ese poder debe usarse con la persona, en la circunstancia, en el momento y en el tiempo adecuado; entendiendo por tiempo adecuado el designado por Dios y no por los valores relativos de las culturas diversas.
Armando es portador del virus del SIDA. Por la confusión de valores que tenía en su mente comenzó temprano su activa vida sexual. Su participación en las drogas le provocó la salida del hogar. Sus padres no pudieron soportar las terribles consecuencias que manifiestan quienes están atrapados en este tipo de adicción. De manera sabia, y después de esperar con paciencia y de ofrecerle toda la ayuda necesaria decidieron expulsarlo de la casa. Estaba poniendo en peligro la integridad del resto de los miembros de la familia. Hoy tiene 35 años y por convicción e integridad está cumpliendo lo que era antes su deseo. No se ha casado. Decía que nunca se casaría. Que el matrimonio no se realizaba por un papel y que cuando amaba no necesitaba documentos que lo probaran o lo obligaran. Se enamoraba, cortejaba a una chica, tenía relaciones sexuales, comenzaba a vivir con ella y después de algunos años, y en algunos casos meses, terminaba la relación. En una de sus tantas aventuras de sexo sin compromiso y sin una moralidad basada en principios divinos fue contagiado con el virus.
Hoy es un cristiano fiel. Hace dos años decidió que Jesucristo fuera el Señor y Salvador de su vida en medio de una severa crisis. Al final de mi conferencia para jóvenes me dijo: "Como usted dijo, yo viví una temporada de pasiones desenfrenadas creyendo que a mí nunca me pasaría nada. Hoy tengo paz, pero quisiera tener una esposa e hijos y no deseo poner en riesgo a ninguna mujer. Como usted mencionó en su conferencia por utilizar mi poder sexual en el tiempo no adecuado, hoy no puedo utilizarlo cuando podría ser apropiado".
Las palabras de este hombre joven tocaron mi corazón. Era impresionable su condición, pero más aún lo era su relato. Me partía el corazón ver cómo poco a poco se iba consumiendo. Armando había llegado a una condición espiritual que le permitía creer en la vida después de la muerte. Ahora sabía que como cristiano creyente en las enseñanzas de Jesucristo, tendría vida eterna. Me confesó con muchas lagrimas en los ojos que anhelaba partir de este mundo con su Señor, el cual perdonó sus pecados. Entendía lo que yo había explicado. Comprendió que en su gracia Dios le perdonó todos sus pecados, pero ese mismo Dios en su justicia determinó no privarle de las consecuencias de su desobediencia. Armando tuvo el poder para tener relaciones sexuales pero no aceptó los límites que existen. Quiso jugar en una c ancha marcada por él mismo y conforme a sus propias reglas. No se sujetó a la autoridad moral, ni respetó las leyes del Creador de las relaciones sexuales.
No sabemos cuantos meses más vivirá. Pronto se marchará de este mundo pues su estado de salud es crítico, pero su testimonio quedará como una seria advertencia que debe motivar a los jóvenes a creer con todo su corazón que la capacidad de satisfacer una necesidad no es una autorización para apartarse de la verdad. Su testimonio es la muestra de las consecuencias más graves que una persona puede tener. Por cierto, no todos los que se rebelan contra los principios de la moralidad divina experimentarán tan graves con n secuencias, pero todos experimentarán algunas, pues no es posible hacer lo incorrecto y recibir recompensas buenas.
No tengo ninguna duda de que el poder para disfrutar de las relaciones sexuales está en nosotros, pero debemos usarlo cuando la autoridad divina lo permite. Esto que escribo no es nada nuevo. Se aplica en todos los campos de la vida y no debe sorprendernos que Dios demande lo mismo. Por ejemplo, quien ingresa al ejército de su país recibe el entrenamiento indispensable para manejar armas de fuego. La meta de sus entrenadores es que usted se convierta en un experto en el manejo de dichas armas. Quieren que su puntería esté bien afinada y su capacidad de reacción cuando se le exija sea la necesaria para luchar con competencia. Después de años de entrenamiento finalmente usted recibe su arma. La ceremonia de entrega de armas es emocionante.
Fui testigo de ello cuando mi hermano recibió su arma al cumplir con el servicio militar obligatorio en mi país. Allí están los familiares de los conscriptos emocionados por el logro alcanzado después de un duro entrenamiento. Suponga que usted pasa por todo ese entrenamiento y después de recibir el arma asignada se le envía a patrullar la frontera. Usted no sólo tiene la capacidad de disparar, sino que tiene a su disposición las armas necesarias. Debido a que usted recibió la autoridad y tiene el poder para manejar armas de fuego, ¿significa que puede usarlas a su antojo? ¿No es cierto que sería absolutamente ridículo y condenable? Si apostado en la garita de vigilancia usted comienza a matar a voluntad ¿está usted haciendo lo legal, lo correcto, lo moral?
Junto con el poder y la capacitación recibida usted recibió regulaciones y órdenes que debe cumplir. No sólo se le instruyó para que utilizara el arma sino para que empleara su inteligencia, su prudencia y su sabiduría. Cuando recibió esa arma, cuando se graduó como soldado, recibió poderes y atribuciones, pero para someterse a la autoridad. Usted no se manda solo. El uso de su capacidad no depende exclusivamente de su criterio. Por supuesto que depende de su buen juicio pero no exclusivamente de él. Sería una locura si usted recibe la autorización de actuar solamente en dependencia de su criterio. Si su criterio y valores mandan en el uso del arma que le fue entregada por sus superiores, imagínese que pensara que todos los que cruzan la frontera ilegalmente deben recibir la pena de muerte. Debido a su criterio usted utilizaría su arma y mataría a quienes lo hicieran pues el uso de ella depende de su sensatez y ésa es su norma.
Por otra parte, imagínese que alguien quiere cruzar la frontera ilegalmente. Cuando usted como autoridad intenta detener el individuo saca un arma y comienza a dispararle para evitar que lo capturen. Allí usted debe usar de su buen criterio y defenderse. Tiene derecho ha hacerlo pues está establecido que puede 11 izar su arma para su defensa personal y cuando sea atacado por los ilegales. Como funcionario del ejército usted está preparado para responder, tiene el armamento para utilizarlo y ahora debe someterse a su buen criterio, pero basado en determinadas normas que impiden el gobierno de los criterios personales para evitar el caos. Los que tienen el poder deben estar sujetos estrictamente a la ley. Esto también se cumple en el campo de la sexualidad. Tenemos el poder de usarlo pero no de una manera discriminada.
Dios nos dio el poder y la capacidad de tener relaciones sexuales y todos deberíamos entrenarnos con excelencia en el uso de esta habilidad para que sometidos a las leyes divinas experimentemos el gozo de la intimidad. Dios nos dio la capacidad sexual para usarla, pero es pecado emplearla según el criterio propio. Dios no dejó la práctica de la sexualidad humana sujeta a los criterios personales. Si así fuera, tendríamos que admitir que quien piensa que debe tener relaciones sexuales con menores podría hacerlo pues su práctica sexual depende de su criterio.
Si la práctica de la sexualidad humana dependiera del criterio de las personas también debería permitirse las relaciones sexuales con animales, pues es el deseo de un individuo y cada persona puede hacer lo que piensa. Usted y yo sabemos que nadie debe hacer lo que quiere sólo porque sus valores se lo permiten. Todos debemos someternos a las leyes de los países en que vivimos, y cuando esas leyes se basan sólo en criterios de individuos sin los principios divinos para la moralidad, corremos grandes riesgos. Los hombres vamos cambiando nuestros criterios. Poco a poco vamos aumentando nuestro nivel de tolerancia de acuerdo al cambio de los legisladores y a las variaciones en las corrientes de los pensamientos de la mayoría de las personas que componen cada país.
Si las leyes morales dependieran solamente del criterio de los políticos y legisladores sin los estándares divinos, ellos serían influenciados por la tendencia mayoritaria de la sociedad. Si esa sociedad no estableció sus criterios de moralidad basándose en los mandamientos de Dios sino en lo que proyectan las películas que producen las mentalidades libertinas de Hollywood, entonces la mayoría aceptará lo que les conviene a sus pasiones y no lo que Dios demanda, aunque no sea agradable. Después los políticos buscarán agradar a sus electores para ganar las elecciones pero no actuarán de acuerdo a las leyes divinas ni a sus indicaciones. Por eso cuando un país pierde su aceptación de los valores absolutos y prefiere los valores relativos, la buena moral se pone en peligro. No viviremos en naciones saludables si cada uno hace lo que siente cuando quiere y como quiere. Debemos utilizar nuestro poder de acuerdo con las leyes divinas.
Dentro del plan de Dios, el instinto sexual es algo bueno, es una fuente poderosa de vida y de unidad entre dos seres humanos; pero el conducirse fuera del plan de Dios lo convierte en lujuria. A1 actuar irresponsablemente el sexo puede ser un instrumento de división en vez de unidad, una fuente de crueldad en vez de una expresión genuina de amor, una muestra de perversión y manipulación en vez de demostraciones de aprecio y ternura.
Quisiera agregar algo importante que lamentablemente muchas personas ignoran, y es el hecho de que dentro de la voluntad de Dios la unión sexual cumple el propósito divino solamente cuando es una expresión del genuino y verdadero amor. Me refiero a ese amor transparente que desecha expresiones egoístas y todo intento de manipulación. Ese amor verdadero que no ignora las necesidades del ser querido para buscar la satisfacción propia.
UN PLAN DIVINO QUE DEBEMOS CONOCER
"LAS RELACIONES SEXUALES FUERON DISEÑADAS POR DIOS PARA EL DESARROLLO DE LA FAMILIA, LA PROPAGACIÓN DE LA RAZA HUMANA Y PARA EL PLACER. IGNORAR ESTE PLAN DIVINO PARA LA VIDA MATRIMONIAL PRODUCE SERIAS CONSECUENCIAS EN LA RELACIÓN CONYUGAL"
No importa cuán ingenioso sea el plan humano para la vida conyugal, nunca funcionará si no se basa en la intención del Creador. Dios fue el Creador de la vida matrimonial y por lo tanto sabe perfectamente cómo debemos relacionarnos. Mientras más uno estudia la Biblia, el libro inspirado por Dios para comunicarnos la verdad, más se da cuenta de que no existe duda de la intención de Dios de que mediante la relación sexual entre un hombre y una mujer con un compromiso para toda la vida, se propague la raza humana en un contexto de familia. No hay dudas de que Dios quiso que ese encuentro de procreación se caracterizara por ser una experiencia placentera y hermosa.
Sobre el Autor:
El Dr.David Hormachea, de origen chileno, realizó sus estudios teológicos y en asesoramiento familiar en los Estados Unidos. Es presidente y conferenciante de la corporación de ayuda a la familia DE REGRESO AL HOGAR,por medio de la cual produce programas de radio y televisión, escribe libros y produce series audiovisuales, como EL SEXO:¿CUERPOS O CORAZONES ÍNTIMOS? y otras. También es productor de los programas VIVENCIAS y UNO MÁS UNO, que se escuchan en cientos de emisoras de radio en América Latina, España y los Estados Unidos. También produce el programa internacional de radio conocido como VISIÓN PARA VIVIR. David dicta conferencias internacionales sobre temas relacionados con la familia.También ha sido autor de varios éxitos de librería,entre los cuales están Una puerta llamada divorcio y Cartas a mi amiga maltratada. Este último fue finalista al premio Gold Medallion (Medalla de Oro) que auspicia la Evangelical Christian Publishers Association (Asociación de Casas Publicadoras Evangélicas).
Autor: David Hormachea
Publicadora: Caribe Betania
ISBN: 0881137146
Páginas: 160
Peso: 0.38 lbs