Los milagros rompen toda logica
Unas veces encontró un rostro amable tras el escritorio, que le sonrió y dijo: “Deje sus documentos, ya le llamaremos”; en otras ocasiones era el gesto impasible de quien considera que ofrecer un empleo es tanto como hacer un favor de misericordia y se limitaban a poner los papeles en un arrume de hojas de vida. Otras personas simplemente le dijeron: “Déjelos ahí...” , sin siquiera levantar los ojos.
En todo este tiempo estuvo volcada a Dios en oración. Le pedía gracia para encontrar el cargo indicado en el lugar más conveniente.
Pasadas algunas semanas y cuando consideraba que su documentación, si la reuniera toda, cabría en una habitación, recibió una llamada telefónica. Sinceramente no la esperaba. Pensaba que nadie respondería a su solicitud. Del lugar desde donde se comunicaban, requerían que se presentara a primera hora del día siguiente. En el curso de la semana recibió otras tres llamadas, pero ya tenía un empleo.
¿Quién le ayudó? El Señor Jesucristo, sin duda. Así lo compartió en la congregación ante la asamblea de creyentes. Era su testimonio de victoria fruto de confiar en Dios. El respondió a sus oraciones cuando muchos decían a su alrededor: “No pierdas tiempo, no hay trabajo para nadie en esta ciudad”.
Dios cambia las circunstancias
En cierta ocasión y mientras estaba a las afueras de Betsaida con sus discípulos, el Señor Jesús fue rodeado de por lo menos cinco mil personas que deseaban escuchar sus enseñanzas. El les habló del Reino de Dios. Al atardecer, los apóstoles le preguntaron qué hacer en tal situación si no había provisión para alimentar a tantas personas.
“Pero Jesús les dijo: Denles ustedes de comer. Había como cinco mil hombres. Pero Jesús les dijo a sus seguidores: Díganles que se sienten en grupos de más o menos cincuenta. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados,. Miró hacia el cielo y dio gracias por la comida. Partió los panes y los peces y se los dio a sus seguidores para que los repartieran a la gente. Todos comieron y quedaron satisfechos. Con las sobras se llenaron doce canastas”(Lucas 9:10-17).
¿Te das cuenta? El Dios en quien hemos creído no tiene una perspectiva limitada como usted o yo. Para los discípulos, aquella era una multitud que no podría ser alimentada con lo poco que tenían a mano. Para el Señor, era posible.
Todo es posible para Aquél que todo lo puede. Jesús clamó al Padre y la lógica humana quedó echada por tierra.
Igual en el caso de Isabel. Las personas a su alrededor tenían una visión derrotista y quisieron llenarla de escepticismo o quizá de temor aduciendo recesión económica que, de entrada, cerraba cualquier posibilidad de trabajo o si lo hubiese, que tuviera buena remuneración. Sin embargo el Señor hizo posible lo imposible.
Es probable que enfrentes una situación difícil para la que, humanamente, no hay solución. Pero si vas a Él en procura de un milagro, sin duda lo hará.
Es necesario creer, y creer implica desechar toda sombra de duda. Es actuar, por encima de lo que piensen los demás. El Dios nuestro es un Dios de poder. Anda ahora a Él en oración. No temas, no desmayes, no renuncies a la posibilidad de ver un hecho portentoso en tu existencia. Es hora de hacerlo. Hoy es el día para comenzar a clamar.