Mujer
Parece mentira, pero entre más dinero recibimos menos tenemos. Por lo visto, tenemos poca resistencia a la tentación de gastar todo lo que nos llega a la mano y que, cuanto mayor es nuestra ganancia, más razones tenemos para gastarla.
Es indudable que la administración del dinero es un gran desafío para todas nosotras. Los gastos familiares son cada vez más altos; con los hijos crecen las exigencias, y la presión de la cultura consumista se hace cada vez más fuerte. Pensamos que solamente mediante un evento «milagroso», como la llegada de una herencia inesperada o la adquisición de un mejor trabajo, podremos salir de los problemas financieros y del endeudamiento excesivo.
Por doquier vemos los estragos que puede causar una mala administración de los bienes y el dinero. Personas que, poco a poco, se hunden en un mar de deudas y de compromisos que ellos mismos se imponen. Lo más triste es que estos no necesariamente están ligados a las necesidades básicas. En el peor de los casos hasta acaban con su vida por la desesperación que una terrible situación financiera les causa.
Por supuesto, cada caso es diferente. Pecaríamos de inocentes si creyéramos que todos los casos de desajuste financiero se producen por mala administración. Debemos reconocer que en nuestro continente muchas familias no reciben lo necesario para suplir ni sus necesidades más básicas y urgentes. Sin embargo, no debemos caer en el engaño de creer que planificar y administrar es solo para aquellos que tienen muchos bienes y que los que tienen menos posibilidades económicas solo pueden limitarse a gastar en lo urgente sin hacer consideraciones de prioridad.
Si no establecemos un buen sistema que regule y controle nuestros gastos, que incluya un presupuesto y la evaluación permanente de nuestros criterios, no hay dinero que sea suficiente para sostenernos. El crecimiento y los buenos resultados vienen de la disciplina y la sensatez a la hora de llevar la mano a la cartera (en nuestro caso).
El Señor está interesado en bendecirnos en todas las áreas de nuestra vida. Este deseo incluye, por supuesto, nuestra vida financiera; mas espera de nuestra parte fidelidad a sus principios —sólo el libro de proverbios tiene un sinnúmero de recomendaciones sobre el manejo del dinero y los bienes— y una clara conciencia de lo que agrada a Dios en cada circunstancia particular.
Hay quienes piensan que con dar el diezmo están cumpliendo todas sus responsabilidades financieras con Dios y su Obra. La realidad es que todo lo que poseemos pertenece al Señor y el 90% que utilizamos para cubrir nuestros gastos también proviene de su mano amorosa. Por esta razón, debe ser invertido con orden y prudencia. No creo que Dios se agrade de una vida llena de deudas innecesarias y enredos financieros nacidos de deseos equivocados o inoportunos. La sabiduría y buen juicio de una persona bien puede evaluarse por la forma en que invierte su dinero.
La parábola de los talentos hace alusión a la administración de unos bienes que un señor había dejado a sus siervos. Dos de ellos, según su capacidad, hicieron buenas inversiones y, por respeto a su señor, los devolvieron multiplicados. El tercer siervo —según él, por temor— no trabajó, ni pensó en formas de hacer crecer ese capital que se le había encomendado. Ya son de conocimiento general las duras palabras que el señor le dirigió a este hombre. Al exaltar la acción de sus otros dos siervos, resalta la fidelidad dentro del límite del encargo y expresa su satisfacción con el cumplimiento de la tarea. El «bien, buen siervo y fiel sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré…» expresado con gratitud por el señor, sigue siendo una expresión que deseamos que el Señor de Señores nos dirija a nosotras. ¡Invirtamos con gratitud y sabiduría lo que Dios nos permite tener, sin importar lo poco o lo mucho que sea!
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